Añejas manchas salpican mi pálpito,
áridos desiertos nacen de mi montaña,
silenciando dulces y tiernos cánticos
con una bruma sobre tus pestañas.
Sueños ápteros perturban en la noche,
pálidas caras, desaprobación,
callan a gritos el dolor del reproche
de los ojos que vivieron su traición.
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