Las piedras que tropiezan en mi camino
se vuelven suelo de fina y blanca arena,
creciendo matas de romero y olivos
regados por las lágrimas de mis penas.
Llamando a las puertas del olvido
vuelven a azotarme tus cadenas,
en la soledad de un blues amigo
que endulza esta eterna condena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario