La sombra de la montaña impregna mi cuerpo,
el improperio de tus labios rojos mi alma mancilla,
la luz que emiten tus ojos me ciega, no veo
y prostituyo mi vida por un beso en las mejillas.
Pronto llega el ocaso, pronto me tornaré yermo,
pronto brotan de la noche luciérnagas y polillas,
mientras a este desalmado poeta enfermo
solo le consuela el canto de las abubillas.
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