Un incómodo blues impregna la sala,
voz rasgada suicida entre el silencio
que embelesa una incauta mirada,
fulgurantes letras incitan su pestañeo,
viejos amores que nunca marchitaban.
Nadan versos en compases de doce,
aúllan lobos la canción de la desidia,
recitan sueños de martillos y hoces,
pesadillas lúcidas, estados de vigilia
nacen entre metálicos redobles.
Lágrimas de sal, mar de retinas,
dedos que se entrelazan bajo la mesa,
susurro que acelera la adrenalina,
solfeo, cañonazos de corcheas,
purpúrea luz humedece la cantina.
Sudor frío que de mis ojos brota,
palabras que no llegan a tu escucha,
la música persiste y, entre nota y nota,
pedazos de alma con mis diablos luchan
por ahogar la guerra entre metáforas.
